Sin orgasmos no hay revolución
- CLSF
- 3 ago 2019
- 4 Min. de lectura

La discusión sobre lo corporal nos lleva a pensar, desde esa relación armónica generada entre células diversas para construir un ser vivo, hasta las distintas teorizaciones y experiencias existentes y vividas sobre este particular. Como humanos ampliamos la complejidad de dicho concepto a partir de las distintas maneras en que experienciamos la vida, y es a partir de este nutrirse de visiones que reconocemos la implicación de los diversos sistemas de opresión en la configuración de los cuerpos, unos capaces de amar y ser amados (abstractos e idealizados) y otros sentenciados a la muerte, tortura, discriminación, burla y humillación por no hacer parte de ese estereotipo blanco, europeo, adinerado, heterosexual.
Reconocemos que esta transmisión de opresiones nos ha relegado a ser opresores-oprimidas como única manera de existir o ser con otros; un ejemplo de esto es que pareciera que no pudiéramos concebir otras maneras de ver la sexualidad más allá de lo establecido, alejados de los dictámenes de la industria pornográfica y sus esquemas narrativos.
Nos hemos enfrentado a ser hipersexualizados por el sistema heteropatriarcal con el fin de dominarnos, de interiorizarnos y negarnos un espectro amplio de posibilidades, condenados a ser eternamente jóvenes, delgados, sin cualquier tipo de discapacidad física, adinerados, etcétera, o de lo contrario arriesgarnos a no ser amados o respetados en general.
Una historia de violencias que marca nuestros cuerpos y sexualidades
El machismo, como le llamamos coloquialmente, ha encarcelado los cuerpos en un modelo de identidades binarias en las que todas las personas debemos encajar; las mujeres deben asumir unas sexualidades sumisas, calladas, entregadas y serviciales disponiendo su cuerpo para la mirada y el disfrute masculino. De esta manera la sexualidad femenina activa es sancionada socialmente, a diferencia de la sexualidad masculina que tiene un lugar de depredación e insaciabilidad para justificar las rupturas a sus acuerdos de fidelidad y compromiso establecidas en su contrato heterosexual.
Es así como la heterosexualidad, como modelo, determina a los hombres como sujetos activos y penetradores y a las mujeres pasivas y penetradas, delimitando la experiencia sexual a prácticas meramente genitales penetrativas, encaminadas a la reproducción o limitadas al orgasmo masculino.
Por otra parte, y como clara expresión del poder realmente existente y la cultura dominante, las personas que no se ajustan a esos parámetros de sexualidad sufren múltiples violencias: personas trans, no binarias, marikas y lesbianas que viven fuera de ese modelo hegemónico no pueden acceder fácilmente a educación, trabajo, salud, reconocimiento y validez social, lo que termina confiándonos a sufrir diversos tipos de opresión y exclusión, así como de violencia sexual. Por esta vía, y como manifestación de uno de los tipos de opresión padecidos, la colonialidad y el racismo nos somete a estereotipos de belleza blancos y eurocentrados que alimentan percepciones destructivas hacia nuestros propios cuerpos.
¿Cómo cambiar esta situación?
Al igual que sucede con las células, reconocemos que solo uniéndonos, trabajando organizadamente en el encuentro más diverso de grupos, lograremos concretar un mundo sin opresores ni oprimidas, resistiendo de esta manera a la muerte y a la negación sistemática de las vidas; desde el respeto, la horizontalidad, la autonomía y el afecto revolucionario.
De esta manera, alineándonos con aportes de los movimientos feministas, reconocemos la importancia de destruir la visión machista que marca a las personas como objetos sexuales y que, por lo tanto, nos obliga a someternos a sexualidades egoístas y penetrativas, lo que limita y/o reduce nuestras múltiples maneras de vivir las prácticas sexuales y los placeres del cuerpo reduciéndolos al servicio y limitantes del machismo.
En el marco del capitalismo nuestros cuerpos han sido reducidos a simples mercancías para vender, comprar, usar y desechar; contrario a lo cual consideramos que es posible embarcarnos en prácticas en las que nos demos cariño, cuidado y placer.
No existen muchas posibilidades de libre acceso para conocer otras maneras de experimentación corporal y sexual; las industrias de la pornografía industrial, heteropatriarcal y hegemónica han delimitado nuestros orgasmos y los han secuestrado de nuestra creatividad y nuestras relaciones vitales configurando nuestros deseos y placeres. Iniciativas como el posporno, por ejemplo, son una propuesta por deconstruir el deseo y plantear rutas concretas desde nuestros cuerpos, modos de querer y sentir para ejercer resistencia a la construcción masculina, patriarcal y capitalista que reduce el contacto con otros a un acto de consumo, violento, penetrativo y distante.
Por eso creemos necesario permitirnos conocer esas otras posturas, esas otras posibilidades para la vida. Una opción en esta perspectiva es la “Muestra audiovisual Arrecheras heterodisidentes”, por presentarse éste 28 de abril a las 7pm en Video Roma en Chapinero, Bogotá (para más info. buscar en Facebook), para visibilizar un poco más las producciones audiovisuales que están reflexionando sobre el posporno, las sexualidades, géneros y cuerpos en América Latina.
Proponemos además, en esta búsqueda-resistencia alternativa, la autogestión: explorarnos nosotros mismos, así como la posibilidad de explorarnos con la ayuda de otros en prácticas que avancen en la construcción de sexualidades más colectivas, más placenteras y menos dominadas por la violencia heteropatriarcal, el miedo al cuerpo, el castigo a la sexualidad y la desnudez mediante la expansión sensorial, desde el reconocer nuestros cuerpos, olores, texturas, temperaturas, sonidos y un sin fin de ejercicios colectivo-individuales que implican no solo pensar en nuestro placer egoístamente, sino en pensarnos lo que implica el consenso y la importancia de la comunicación, diversas maneras de consentirnos, amarnos entre todas y a nosotras mismas.
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